II Domingo de Pascua, Ciclo C. La Divina Misericordia
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana 

Lectura del Evangelio según San Juan 20:19-31

La tarde de aquel día, el primero de la semana, los discípulos estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hizo presente allí, de pie en medio de ellos. Les dijo: “La paz sea con ustedes”. Después de saludarlos así, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor. El les volvió a decir: “La paz esté con ustedes. Así como el Padre me envió a mí, así Yo los envío a ustedes”. Dicho esto, sopló sobre ellos: “Reciban el Espíritu Santo, a quienes ustedes perdonen, queden perdonados, y a quienes no libren de sus pecados, queden atados”. Uno de los Doce no estaba cuando vino Jesús. Era Tomás, llamado el Gemelo. Los otros discípulos le dijeron despúes: “Vimos al Señor”. Contestó: “No creeré sino cuando vea la marca de los clavos en sus manos, meta mis dedos en el lugar de los clavos y palpe la herida del costado”. Ocho días después, los discípulos estaban de nuevo reunidos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, y se puso de pie en medio de ellos. Les dijo: “La paz sea con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Ven acá, mira mis manos; extiende tu mano y palpa mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás exclamó: “Tú eres mi Señor y mi Dios”. Jesús le dijo: “Tú crees porque has visto. Felices los que creen sin haber visto”. Muchas otras cosas milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que por esta fe tengan la vida que él solo puede comunicar.

Comentario breve:

El Evangelio del domingo pasado nos narró la historia de las diferentes reacciones de los tres primeros discípulos que encontraron la tumba vacía. Hoy, el evangelista presenta un nuevo personaje: Tomás. Tomás, quien no había estado presente la primera vez que Jesús se aparece a los discípulos, se niega a creer a menos que pueda tocar las llagas en las manos y en el costado de Cristo. Esta petición es algo tonta; una vez que vemos y tocamos, no es necesaria la fe, y dudar sería imposible. Sin embargo, con esta historia el evangelista nos demuestra que, aún entre los primeros seguidores de Jesús había dudas y miedos. Jesús es paciente con Tomás y le permite tocar sus heridas, lo cual hace que Tomás diga la famosa frase: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús usa este incidente para darnos la novena bienaventuranza: “Felices (benditos) los que creen sin haber visto”.

Tres ideas importantes: de la lectura:

  • Hemos sido enviados por Jesús a continuar su misión. Este relato es la versión joánica de Pentecostés.

  • ¡El don que Cristo resucitado nos ofrece es la PAZ!

  • La figura de Tomás es un arquetipo de nuestras dudas y luchas hasta llegar a la fe verdadera.

Para la reflexión:

1. ¿De qué modo me parezco a Tomás? Explica.

2. ¿Cómo estoy compartiendo la buena nueva de Cristo? ¿Soy una “buena noticia” para los que me conocen? Da ejemplos concretos.