XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana


Lectura del Evangelio según san Lucas 10:25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley, y para poner a Jesús en apuros le dijo: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué dice la Ley, qué lees en ella?” Contestó: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Tu respuesta es exacta; haz eso y vivirás”. Pero él quiso dar motivo de su pregunta y dijo a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús empezó a decir: “Bajó un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de bandidos, que después de haberlo despojado de todo y de haberlo molido a golpes se fueron dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote, quien al verlo pasó por el otro lado de la carretera y siguió de largo. Lo mismo hizo un levita al llegar a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado del camino y pasó de largo. Pero llegó cerca de él un samaritano que iba de viaje, lo vio y se compadeció. Se le acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó. Después lo puso en el mismo animal que él montaba, lo condujo a un hotel y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos monedas y se las dio al hotelero, diciéndole: ‘Cuídalo. Lo que gastes de más, yo te lo pagaré a mi vuelta’”. Jesús entonces preguntó: “Según tu parecer, ¿cuál de estos tres se portó como prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?” El contestó: “El que se mostró compasivo con él”. Y Jesús le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”.

Comentario breve:

Los escribas y fariseos trataban con frecuencia de atrapar a Jesús con sus preguntas sobre la ley mosaica. En el texto de hoy un experto en la ley le pregunta qué había que hacer para ganarse la vida eterna. Jesús le contestó con otra pregunta, la cual el escriba contestó correctamente: el amor a Dios y al prójimo conduce a la vida eterna. Siguiendo la conversación, el “experto” hizo otra pregunta difícil: ¿quién es mi prójimo?, y Jesús le respondió con la parábola del Buen Samaritano. Esta parábola destacaba la superioridad del amor sobre el legalismo. ¡Esta enseñanza es difícil de aceptar! Hubiera sido suficiente si Jesús hubiera enseñado que prójimo es todo aquel que ayuda al que sufre. Sin embargo, la parábola va más allá e inserta la figura de un samaritano. En los tiempos bíblicos, los samaritanos eran odiados por los judíos. Sin embargo, es este samaritano marginado el que presta la ayuda que el sacerdote y el levita negaron.

Tres ideas importantes: de la lectura:

  • En esta parábola, el que más ama no es el que sabe más de Dios (el sacerdote), sino el que es considerado como “no creyente” (el samaritano). Jesús expande el concepto de prójimo hasta incluir a los que no son de “mi grupo, clase, clan”.

  • No debemos juzgar a las personas por sus títulos religiosos o apariencias, sino por sus obras.

  • El conocimiento académico o intelectual de Dios y de su voluntad no es suficiente para alcanzar la vida eterna.

Para la reflexión:

  1. ¿Cómo tratas a los más necesitados? ¿Qué motiva tus acciones? ¿La compasión? ¿La ley?

  2. ¿Qué podemos aprender de esta parábola?¿Estás llamado(a)a ser un buen samaritano con alguien que no pertenece a tu “grupo?”