XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana



Evangelio según san Mateo 11:25-30

Por aquel tiempo exclamó Jesús: “Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo te alabo porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla.  Si, Padre, Así te pareció bien.  El Padre puso todas las cosas en mis manos.  Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer.  Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré.  Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio.  Pues mi yugo es bueno y mi carga liviana”.

Comentario breve:

 

En tiempo de Jesús, los judíos menospreciaban a los cobradores de impuestos porque estos colaboraban con las autoridades romanas y la mayoría de las veces exigían del pueblo más dinero del que en realidad debían. En varias ocasiones, Jesús escandalizó a los fariseos al sentarse a cenar con cobradores de impuestos y pecadores. Los judíos piadosos consideraban a estas personas impuras y su presencia no era aceptada alrededor de la mesa.

El mensaje de Jesús fue radical, pero no nuevo. El conectó sus palabras con las Escrituras Hebreas al citar al profeta Oseas 6:6, al cual escuchamos hoy en la primera lectura: “Más me gusta la compasión que el culto”. Jesús no tiró la ley por el suelo, sino que trató de explicar su sentido más profundo a quienes lo escuchaban. Si la misericordia y la compasión eran más importantes que los sacrificios ante los ojos de Dios, ¿cuánto más importante sería la misericordia que los rituales?   

Tres ideas importantes la lectura:

Para la reflexión:

  1. ¿Quiénes son las personas con las que no me gusta asociarme (mis “cobradores de impuestos”)? ¿Debo compartir una comida con alguien en particular?

  2. ¿Es la misericordia la que guía todas mis obras? ¿Necesito mejorar algo?