III Domingo de Cuaresma, Ciclo A
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana



Lectura del Evangelio según san Juan 4:5-42 (La mujer samaritana)

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, en la tierra que el patriarca Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, cansado por la caminata, se sentó sin más, al borde del pozo. Era cerca del mediodía. Una mujer samaritana llegó para sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”. En ese momento se habían ido sus discípulos al pueblo a hacer compras. La samaritana le dijo: “¿Cómo tú que eres judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (hay que saber que los judíos no se comunican con los samaritanos). Jesús le contestó: “Si conocieras lo que Dios te quiere dar, y quién es el que te pide de beber, tú misma me pedirías a mí, y yo te daría agua viva”. Ella le dijo: “Señor, no tienes con qué sacar agua y este pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir esa agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro antepasado Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, su familia y sus animales?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua, vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré se hará en él manantial de agua que brotará para vida eterna”. La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua, para que no sufra más sed, ni tenga que volver aquí a sacarla…

Comentario breve:

Los 4 primeros capítulos del Evangelio de Juan nos ofrecen varios ejemplos de lo novedoso de la vida y el mensaje de Jesús. Los capítulos del 1 al 3 narran el milagro de Caná, la purificación del Templo y la visita de Nicodemo en medio de la noche. Hoy leemos sobre el poderoso encuentro, demoledor de barreras, entre Jesús y la Samaritana. Los judíos odiaban a los samaritanos. Por otra parte, era muy mal visto entablar conversación con una mujer en un lugar público. Jesús, sin embargo, supera los prejuicios de raza y las conveniencias sociales y empieza a conversar con ella. En la persona de esta mujer acoge a la gente común de Palestina. Es verdad que no era judía, sino samaritana, es decir, que era de una provincia diferente, con una religión rival de la de los judíos. Pero tanto samaritanos como judíos creían en las promesas de Dios y esperaban un Salvador. Jesús inició la conversación pidiendo agua, y después le reveló a la mujer atónita que él era el Cristo que debía venir. Este encuentro en el pozo de Jacob es la historia de nuestro propio encuentro con Jesús; los caminos por los que Jesús lleva a esa mujer a reconocerlo y a amarlo son los caminos por los que lleva a cabo nuestra conversión paso a paso. Al final la mujer se hace discípula de Jesús, y por su propia experiencia se hace también su apóstol. El conocimiento de Jesús es la fuente del apostolado. Evangelizar es compartir nuestra experiencia con otros.

Tres ideas importantes de la lectura:

Para la reflexión:

  1. ¿Acojo en mi vida a los extranjeros, a los pecadores, y a los marginados?

  2. ¿He tenido alguna experiencia parecida a la de la mujer samaritana con Jesús? ¿Qué pasó?

Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 544-545; 574; 679; 694; 728; 2557; 2652.