IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A
La Voz Católica
Arquidiócesis de Miami
Ministerio de formación cristiana



Lectura del Evangelio según san Mateo 5:1-12a

En aquel tiempo, Jesús, al ver a toda esa muchedumbre, subió al cerro. Allí se sentó y sus discípulos se le acercaron. Comenzó a hablar, y les enseñaba así: “Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia. Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo”.

Comentario breve:

Esta proclamación es conocida como el “Sermón del Monte” y está estrechamente relacionada con el sermón del llano que narra Lucas en su Evangelio, aunque aquí, el sermón es mucho más largo. A través de toda la Biblia, las montañas aparecen como un lugar privilegiado de encuentro con Dios. Mateo sitúa este discurso de Jesús en algún lugar de las colinas que bordean el lago de Tiberíades, un monte que nos recuerda al monte Sinaí donde Moisés había recibido la Ley (Ex 19). En este primer "Discurso”, Mateo presenta a Jesús como el Maestro que da a Israel y a todo el mundo la nueva y definitiva Ley. La fórmula: “pero yo les digo…” aparecerá seis veces para recalcar la oposición entre la Ley de Moisés y la nueva ley. Según Mateo, Jesús es el nuevo Moisés. La sección que leemos hoy describe a aquellos que serán bendecidos (felices): Los pobres (en el Antiguo Testamento: ănăwîm, los pobres de Yahvé), los que no poseen nada y ponen toda su confianza en Dios, porque el Reino será de ellos. Los que lloran y sufren, porque el mismo Dios los confortará. Los que tienen hambre y sed de justicia y sólo desean que se cumpla el plan de Dios, porque podrán disfrutarlo en toda su plenitud. Sólo aquellos que muestran misericordia la recibirán, y sólo los que tienen el corazón limpio podrán ver a Dios. El salmista aseguraba que los de corazón puro eran los únicos que podían participar en el culto del templo. Jesús añade que no sólo “verán” a Dios en el templo, sino en su Reino que ya ha llegado. Finalmente, Mateo anima a los primeros cristianos con estas palabras de Jesús: “Dichosos cuando sean perseguidos por causa mía… Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande”. Recordemos que cuando el Evangelio se escribió, los primeros cristianos sufrían persecuciones por causa de su fe.

Tres ideas importantes de la lectura:

Para la reflexión:

  1. ¿Con cuál de las bienaventuranzas me identifico más? Explica.

  2. ¿Soy un agente de paz en mi familia, trabajo, y comunidad, o estoy siempre provocando y alimentando actitudes violentas?

Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 544-545; 574; 679; 694; 728; 2557; 2652.